Un hecho es cierto: tanto niños como
adultos están cada día más gordos. Y eso en todo el mundo, desde los Estados
Unidos a China.
Y se dice que existe una magia secreta
de seducción que nos arrastra a engordar. Lo cuenta el libro de un periodista
americano que está haciendo furor. Lo vamos a ver enseguida.
¿Será
que engordamos porque somos cada día más ricos o porque nos estamos
empobreciendo? Para la Organización Mundial de la Salud se trata de una
epidemia, y existe ya hasta el día mundial contra la obesidad: el 1 de octubre.
Los analistas de la salud pública
buscan los virus de esta epidemia. Indagan quiénes y cómo nos seducen para
engordar tanto a ricos como a pobres.
Lo
curioso es que las personas engordan cada día más sea en los países que se están
enriqueciendo como Brasil, México o China, sea en los que se están
empobreciendo como Estados Unidos y Europa.
En los Estados Unidos, ya el 50% de la
población está por encima de su peso. El mismo porcentaje lo encontramos en el
Brasil en desarrollo.
España es el país con más obesidad
infantil de Europa. Y hasta en China, por primera vez, el número de personas
con exceso de peso supera a las de peso normal.
En México los índices de obesidad han
triplicado en los últimos 25 años.
Cuando en Brasil Lula llegó al poder en 2002, lanzó el reto de un Brasil “sin hambre” y creó un programa social llamado “Hambre cero”.
Meses después, un estudio a escala
nacional reveló que en Brasil no sólo no había hambre, sino que el 49% de la
población estaba por encima del peso ideal.
Lula cambió el nombre al programa y lo
llamó “Bolsa familia” para ayudar a salir de la pobreza- no del hambre- a
millones de personas, con escasos recursos, pero, muchas de ellas también con
más peso del deseable.
En España, al parecer, un número
considerable de mujeres que están bajo el límite de la pobreza han empezado a
engordar al tener que contentarse con alimentos más baratos y menos nutritivos.
Hay también quién engorda porque al no
tener tiempo para cocinar buscan los alimentos ya preparados de los
supermercados
Los especialistas se tiran de los pelos
analizando las verdaderas razones de esta epidemia de obesidad que golpea a
nuestra sociedad creándole graves problemas de salud.
Moisés
Naim, acaba de
denunciar en este mismo diario la epidemia de la obesidad junto con los recortes
a nuestras libertades personales.
Según
él, más que lo que comemos, la culpa de estar cada día más gordos se debe sobre
todo a la vida sedentaria. También, pero según me han dicho varios médicos de la Academia
de Medicina de Brasil, los alimentos suponen hoy el 50% de la causa del aumento
de obesidad en el mundo.
El periodista americano, Michael Moss, premio Pulitzer en 2010, ha resumido,
por ejemplo, el problema de la tendencia de la humanidad a engordar con tres
palabras: sal, grasas y azúcar (Salt Sugar Fat) que son el título de su libro lanzado
hace poco en los Estados Unidos.
Y como si fuera un policía
investigativo, asegura haber encontrado al autor del crimen. Serían las
industrias procesadoras de alimentos, que cada día, escribe, “nos colocan en el
mercado toneladas de comidas deliciosas que engordan sin remedio”.
El libro no es un panfleto, ni una
denuncia sin más de las empresas que llenan los supermercados con sus
tentaciones “envenenadas”.
Es un trabajo de investigación que
llega a la conclusión de que esas industrias que nos brindan los alimentos para
llevarlos directamente a la boca, usan el “arte de la seducción” de nuestros
sentidos para crearnos adicción a cosas sabrosísimas, al llevar embutido en
ellas un exceso de sal, grasas o azúcar, “tres tentaciones irresistibles al
paladar”, escribe.
Convencidos los responsables de esas
industrias de que podrían estar ultrapasando los límites éticos y morales,
convocaron en 1999, una reunión de los gigantes mundiales del mercado de
alimentos confecionados.
Algunos de ellos confesaron su preocupación por el exceso de esos tres enemigos
embalados en los alimentos que estaban creando, entre otros males, un aumento
considerable de casos de cáncer en el mundo.
La reunión, según cuenta Moss, fracasó
porque el entonces presidente de la General Mills, les dijo que los
consumidores eran libres de comprar lo que quisieran y que lo que pedían eran
“cosas sabrosas”. Y añadió: “!No me vengan con monsergas de nutrición!"
Esa magia de las industrias de
alimentos procesados, que acaban envolviendo nuestro paladar y haciéndolo
esclavo de esas gustosas tentaciones, está basada en el estudio de los efectos
que causan en nuestro centro de placer cerebral, un exceso de sal, grasas o
azúcar
El libro analiza todas las estratagemas
que esas industrias usan para cautivar nuestro paladar. Basta, dice Moss,
observar el embalaje de una de esas delicias para que nuestro cerebro tienda
nuestra mano a comprarlo automáticamente.
Y, desgraciadamente, esos alimentos,
que no dan trabajo pues ya está preparaditos y aliñados, se encuentran hoy en
los mercados de cualquier rincón del mundo y a la mano de consumidores tanto
ricos como pobres.
A veces las autoridades políticas, conscientes de ese peligro grave que acecha a la Humanidad de hoy, exigen a las industrias bajar los tenores de esos tres criminales ocultos que son la sal, la grasa y el azúcar. Lo acaba de hacer con la sal el gobierno de Brasil. Sin embargo, como dice el periodista americano, las industrias de alimentos confeccionados “saben enseguida buscar atajos para burlar la ley”.
Ellos siguen ganando dinero, y nosotros
engordando. Y lo peor, lo hacemos relamiéndonos en nuestro propio
envenenamiento.
Sin duda, no son sólo esos productos
los que han traído esa epidemia de obesidad, pero no cabe duda que el
periodista ha destacado uno de los granes peligros que nos acechan a adultos y
niños.
Estos últimos, como explica muy bien
otro libro también entre los más vendidos en el mundo, El Poder de los hábitos, de Charles
Duhigg, ya saben distinguir enseguida en los supermercados esas
golosinas supersaturadas de sal, grasas y azúcar.
Que lo digan sino los padres y madres
que llevan a su pequeños a hacer con ellos la compra.
Por: Juan Arias | 29 de abril de 2013
elpais.es
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