El sector responde al rechazo de los consumidores
al azúcar con nuevos productos
Es uno de
los primeros motores del comercio global y origen de un sangriento legado de
explotación. Durante décadas apreciado y vilipendiado a partes iguales, su
carácter adictivo preocupa a las autoridades de salud pública por sus efectos
en la calidad y la expectativa de vida de los ciudadanos. Una industria
gigantesca edificada sobre un producto cada vez más cuestionado por los
consumidores y los Gobiernos por sus efectos para la salud. Podríamos estar
hablando del tabaco, pero no. Los expertos avisan
de que el azúcar, una industria que en 2015
exportó por valor de 20.000 millones de euros, va por el mismo camino.
"El azúcar es el tabaco del siglo XXI", afirma Henk Grootveld,
jefe de tendencias de inversión de Robeco y gestor de carteras. "La
situación de la industria de alimentos y bebidas azucaradas es comparable a la
industria tabacalera en el año 2000, en la medida que los consumidores se
vuelven más y más conscientes de los efectos de su exceso en la salud".
"El distanciamiento de los consumidores es ya una tendencia global",
apunta Nick Fereday, analista de Rabobank. "Es algo muy serio para la
industria y no se puede desear que desaparezca o despreciarlo como una moda
pasajera".
Porque nuestro cuerpo necesita de un azúcar, pero no la sacarosa (el
nombre científico del azúcar refinado), sino la glucosa. "Es uno de los
combustibles fundamentales para nuestro organismo. Nuestros músculos, nuestro
cerebro y otros órganos necesitan glucosa para funcionar", afirma un
estudio del banco de inversión Robeco sobre el sector azucarero publicado
recientemente. "Comer alimentos que contienen mucho azúcar o echárselo a
la comida es como lanzar combustible al fuego. Pero nuestro cuerpo, gracias a
todas las bacterias en nuestro aparato digestivo, está más que equipado para
extraer glucosa de casi todo lo que comemos". Y dispara: "Está claro
que, hoy por hoy, los reguladores no están listos para ver el azúcar como un
ingrediente adictivo y tóxico, como puede ser el alcohol. Quizás el grito de
alerta de los políticos sea cuando llegue la cuenta de la epidemia de la
obesidad".
Porque es una epidemia, declarada como tal por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) en 2003. En 2014,
1.900 millones de adultos tenían sobrepeso; 600 millones estaban obesos. Desde
1980, el porcentaje de la población mundial con la enfermedad se ha duplicado.
Un informe de Morgan Stanley de marzo de 2015 titulado El amargo regusto del azúcar alerta
de las consecuencias económicas de la epidemia y cuantifica que, si no se toman
medidas, los países de la OCDE perderán entre un 15% y un 20% de su
productividad hasta 2035. "Los países que se enfrentan a las mayores
pérdidas económicas son aquellos donde la prevalencia de enfermedades
relacionadas con la obesidad y el consumo de azúcar ya es alta", señala el
informe, que apunta a Chile y México entre los Estados más en riesgo.
"Nuestras simulaciones muestran que una fuerza de trabajo reducida
y menos productiva, sea por muertes prematuras, inactividad forzosa o un peor
rendimiento en el trabajo, puede afectar de forma significativa al crecimiento
económico, particularmente en sectores intensivos en mano de obra como el de
los servicios", apunta el documento. "Nuestro modelo también sugiere
que pequeños cambios en la dieta pueden traer beneficios significativos a largo
plazo; sin embargo, al final el progreso sostenible solo se podrá lograr por
una mejor comprensión por parte de la ciudadanía de los dos lados del
desequilibrio calórico: consumo y gasto".
La industria se defiende
La industria, por su parte, sigue manteniendo la misma posición que
tiene hace décadas. "El problema no es el azúcar, son los excesos",
considera Rafael Urrialde, responsable de Salud de Coca-Cola
España. "El azúcar es un alimento como
otro cualquiera y hay muchísimos alimentos que lo contienen. Si no hay un
consumo equilibrado, es capaz de hacer mucho mal".
Desde los años sesenta, los estudios científicos hicieron hincapié en
reducir el consumo de grasas para evitar problemas de salud. Pero eso ha
cambiado. "La tradición británica de comer huevos en el desayuno no es tan
mala idea después de todo", apunta el informe de Robeco. "Llena el
estómago, reduce el apetito por más tiempo e incrementa nuestra glucosa en
sangre a más largo plazo".
LUIS
TINOCO
El verdadero problema del azúcar en la dieta no se sirve a cucharadas.
Aproximadamente el 80% del azúcar consumido en los mercados desarrollados se
destina a diferentes alimentos industrializados, no solo por su capacidad de
mejorar el sabor de la comida, sino porque es un conservante que aumenta la
cantidad de tiempo que un producto puede estar en los lineales.
La presión de los consumidores está obligando a las empresas a buscar
alternativas. "Quitando los arrebatos de los que se echan las manos a la
cabeza, quizá lo que tenemos ahora es un público más maduro", reconoce un
experto cercano a la industria azucarera. "Vamos a ver un empuje muy
fuerte hacia productos orgánicos y novedosos", apunta Grootveld.
En algunos casos, esas soluciones son tecnológicas. La startup israelí DouxMatox, fundada en 2014, ha
desarrollado una forma de recristalizar el azúcar de manera que tenga el mismo
efecto endulzante utilizando menos cantidad, y promete tenerlo en las
estanterías en la segunda mitad de 2018. El pasado mes de noviembre, Nestlé
anunció el desarrollo de un producto similar.
Pero, a más corto plazo, la alternativa es reducir las cantidades de
azúcar, sea incorporando menos a los alimentos, sea reduciendo las raciones, o,
sobre todo, diversificando los catálogos para incorporar elementos menos dulces
o sin el edulcorante. "Yo creo que las grandes compañías han prestado
mucha atención a cómo reaccionaron las empresas tabaqueras", sostiene Grootveld.
"Han cambiado a otros endulzantes. Es algo parecido a lo que pasó en los
años ochenta cuando la gente reaccionó ante la grasa".
Al menos públicamente, los esfuerzos están ahí. "Es obvio que el
azúcar es un ingrediente importante en la composición de nuestros
productos", comentan desde la Asociación Española del Dulce a través de un
comunicado. "Pero no el único ni el más importante según en qué categorías
de producto nos fijemos". La propia Nestlé adoptó en 2007 una política de
reducción de azúcar que, según la empresa, ha permitido ahorrar 36.000
toneladas del producto desde entonces.
Pero el sector con más interés en reorientarse es el de las bebidas
azucaradas, especialmente después de que en 2016 la OMS pidiese públicamente
tasarlas con un impuesto. "Los Gobiernos (...) pueden reducir el
sufrimiento y salvar vidas", apuntó entonces Douglas Bettcher, director
del organismo para enfermedades no contagiosas. Varios países, entre los que están México y Portugal, han decidido aplicar una tasa. Desde mayo, en
Cataluña se impone un recargo de entre 8 y 12 céntimos por cada 100 mililitros.
Todo esto bajo las protestas de la industria, que apunta a sus propias
medidas tomadas. "Llevamos años reduciendo el azúcar en todos nuestros
productos", señala Urrialde. "El contenido ha caído un 38%, y en
algunos casos llega a ser del 80% del total. Nuestra idea es reducirlo a la
mitad; en algunos productos no es posible ofrecer una alternativa, en otros se
puede perder más de un 60%. El 41% de nuestras ventas ya son de productos sin
azúcar o con azúcar reducido; en unos años, serán la mitad". "Entre
nuestros objetivos para 2025 está que dos terceras partes de nuestra gama
global de bebidas tengan 100 calorías o menos azúcares añadidos por cada lata
de un tercio de litro", apunta un portavoz de Pepsico.
Reeducación
En Estados Unidos, las tendencias de los consumidores han pasado de las
bebidas gaseosas a los zumos de frutas y al té helado, pero el informe de
Robeco alerta: "Si esto ha ocurrido por la conciencia de los consumidores
respecto al azúcar, probablemente sea necesario un cambio en la educación,
porque tanto los zumos como el té helado pueden contener tanto azúcar como una
gaseosa normal".
La tendencia está cambiando, pues, pero es difícil cuantificar su
impacto en la industria porque no sabemos realmente cuánto azúcar se ingiere. Como
explica el informe del banco holandés Rabobank, Sweetness
and Lite (dulzura y ligereza), publicado a principios de este
mes, "no hay nadie que mida realmente el consumo de azúcar. El consumo es
lo que queda cuando se aplican al balance global otros elementos más fáciles de
medir, como la producción, las exportaciones, las importaciones y los stocks.
De hecho, el término 'desaparición', utilizado por algunos analistas, es más
preciso".
La producción mundial de azúcar para las cosechas de 2017-2018 tiene
previsto ser de alrededor de 180 millones de toneladas, un récord histórico,
según el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos. Un potente motor de esa
marca ha sido un cambio radical en la política agrícola de la Unión Europea:
por primera vez, la producción azucarera del bloque (mayoritariamente
remolachera) no está sujeta a ninguna restricción o cuota, lo que ha hecho que
las exportaciones europeas de azúcar tengan previsto pasar de 1,5 millones de
toneladas a más de 2 millones. El objetivo supresión de cuotas, según la
Comisión Europea, es conseguir "un sector más competitivo" dentro de
una "política agraria común más orientada a las necesidades del
mercado".
Pero el mercado, ahora mismo, no necesita más azúcar. A principios de la
década, los precios se hundieron por la sobreoferta: el llamado contrato
número 11, la referencia del mercado de futuros, pasó de 35 centavos de dólar
la libra (454 gramos) en 2011 a algo más de 10 en 2015. Un breve repunte en
2016 dio esperanza a los mercados, pero volvieron a caer, para rondar los 13
centavos por libra.
Incertidumbre
¿Tiene que ver eso con el cambio de los perfiles de demanda? "Es
difícil encontrar datos, pero parece ser que en los mercados occidentales el
consumo de azúcar ha llegado a su tope", señalan desde Robeco. "En
Norteamérica ha caído siete kilos entre 2001 y 2011". Cuestionadas acerca
de la potencial evolución, fuentes del sector señalan: "No está del todo
claro que la demanda vaya a bajar. Incluso puede que haya algo de escasez si
los precios del petróleo siguen al alza". Los 38 millones de toneladas de
azúcar almacenados en todo el planeta también son un factor que contribuye a
mantener bajos los precios.
La clave del optimismo del sector está en los países emergentes,
especialmente en Asia: culturas donde el azúcar nunca ha sido una parte
importante del consumo diario hasta ahora. "Al parecer la dieta occidental
continúa siendo una aspiración para las nuevas clases medias en los mercados
emergentes", señalan desde Morgan Stanley. "Las diferencias en el
consumo por persona entre el mundo desarrollado y el emergente seguirán
reduciéndose, sin llegar a converger".
De hecho, todas las regiones del mundo, salvo Asia Oriental y África
Occidental, exceden la recomendación de la OMS de que los azúcares añadidos no
representen más del 10% de las calorías diarias consumidas. Aun así, según un
estudio de la OCDE sobre las consecuencias en el mercado de la caída de la
demanda azucarera, si se aplicase ese límite durante cinco años, la demanda
global caería un 12% y los precios se reducirían un 25%. Ese mismo documento
afirma que países como Brasil y Estados Unidos serían los que más tendrían que
rebajar su producción. Eso sí, matiza el informe, no afectaría al equilibrio
del resto de productos agroalimentarios. "En algunos países se
sustituirían los productos finales por otros más rentables, como el bioetanol
en Brasil, o por otros cultivos, como las oleaginosas".
Es por eso que los analistas consideran que, pase lo que pase, por ahora
el consumo de azúcar no va a disminuir. "Es improbable que estemos
hablando de una tendencia a la baja a largo plazo. El mercado seguirá
creciendo, más despacio que en el pasado, pero creciendo de todas formas",
señala el informe de Rabobank.
Foto principal: Azúcar producido en una refinería en Rusia. GETTY
La industria del azúcar
El dulce en la
dieta por países
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