sábado, 28 de abril de 2018

América Latina es la segunda región en el mundo con la mayor tasa de embarazo adolescente - Patricia Jara


Cuando una mujer se queda embarazada su vida cambia radicalmente. Si se trata de una adolescente, las consecuencias son mucho mayores. La educación queda en entredicho, las posibilidades de trabajar en el futuro se ven mermadas y las relaciones sociales y familiares pasan a otra dimensión. Si ese embarazo se produce, además, en un país en vías de desarrollo, lo más probable es que la joven quede más expuesta a la pobreza.

 El 95% de los embarazos en madres adolescentes ocurren en estos países, lo que equivale a 20.000 nacimientos diarios en menores de 18 años. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés), de los 7,3 millones de partos anuales en menores de 18 años, 2 millones corresponden a niñas menores de 15.

Esta realidad es de suma relevancia para nosotros: América Latina y el Caribe es la segunda región del mundo con las tasas más altas de embarazos en adolescentes.
Para frenar esta realidad, se han puesto en marcha múltiples iniciativas partiendo de la idea de que los programas que más contribuyen a mejorar la salud sexual y reproductiva para los adolescentes combinan:

a.  La difusión de información útil y precisa
b.  El desarrollo de las habilidades socioemocionales de los adolescentes
c.   El acceso a métodos de cuidado, tanto en las escuelas como en las clínicas de salud

Iniciativas efectivas en la práctica

Esta tarea es un desafío para todos los países, no sólo los de menores ingresos. Costa Rica, por ejemplo, a pesar de que goza de un alto nivel de desarrollo humano, presenta una tasa de fertilidad de 56 hijos por cada 1000 mujeres entre los 15 y los 19 años. Estos datos están muy por encima de los índices de la OCDE, que abarca a las economías más desarrolladas del mundo y a los que Costa Rica se parece en varias dimensiones.

Por ello, desde 2014 la Iniciativa Salud Mesoamérica, financiada por el Banco Interamericano de Desarrollo y con el apoyo de otras instituciones, trabaja en la prevención del embarazo adolescente en este y otros países centroamericanos.

Los nuevos protocolos de atención que se están implementando se alejan de la prohibición o la intimidación. Buscan, en cambio, trabajar con los adolescentes y proveedores de servicios para lograr una mayor aceptación y un uso apropiado de métodos modernos de anticoncepción de larga duración. El secreto para llegar a los 43.000 adolescentes que ya han sido atendidos con esta nueva modalidad ha sido la cercanía de los profesionales para compartir información con ellos, distinguiendo entre prácticas riesgosas y seguras y, sobre todo, subrayando la importancia de la salud y el autocuidado.

El desafío: promover entre los adolescentes conductas sexuales y reproductivas seguras

Las acciones de promoción y prevención a nivel poblacional enfrentan enormes desafíos, especialmente en el ámbito de la comunicación. Los mensajes de mayor potencial preventivo son aquellos que tienen sentido y que inciden en la toma de decisiones. En salud sexual y reproductiva adolescente, este desafío es aún mayor. Se trata, ni más ni menos, de lograr en ellos el convencimiento de que deben:
1.  Usar sistemáticamente métodos anticonceptivos seguros y de manera apropiada.
2.  Abstenerse de consumir alcohol o hacerlo de manera moderada para no exponerse a relaciones sin protección ni consentimiento.
3.  Buscar asesoramiento cualificado cuando se trata de su salud sexual y reproductiva.

El despertar de la sexualidad es un componente crucial de la adolescencia, tanto por las manifestaciones biológicas y los cambios hormonales que los jóvenes experimentan, como por el deseo de afirmar su identidad y su lugar en el ámbito social. Por todo ello es fundamental que los jóvenes experimenten de manera segura tanto afectiva como sexualmente, superando la actitud temeraria que los lleva a confiar exageradamente en su invulnerabilidad o no pensar en las posibles consecuencias de sus acciones.
Jess P. Shatkin, psiquiatra de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York y padre de dos adolescentes, sostiene que a esa edad las decisiones obedecen más a un comportamiento impulsivo que a la razón, debido a desequilibrios en el desarrollo neurológico. Por lo tanto, es inútil prevenir el riesgo infundiendo temor o castigando. La clave está en el apoyo y la empatía.

Las actitudes, preferencias y prácticas de los adolescentes son claves para evitar resultados indeseados como embarazos o enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, esto no depende únicamente de las decisiones personales. Los jóvenes, en especial las niñas y las adolescentes, son muy vulnerables a la violencia sexual y de género

Los abusos, la explotación y los entornos culturales que toleran la iniciación sexual temprana o el matrimonio precoz incrementan los riesgos. De igual forma, la ausencia de educación sexual en los colegios o la falta de acceso a métodos anticonceptivos condicionan la libertad de decisión de los adolescentes, en particular de las mujeres.

Ante una situación a menudo compleja, ¿qué podemos hacer concretamente? Podemos empezar por criar jóvenes que, en vez de jactarse con un “a mí no me va a pasar”, adopten la actitud más reflexiva de “a mí también me podría pasar”.
¿Qué otras estrategias para hacer frente al embarazo adolescente conoces? ¿Cómo es la situación en tu país? Cuéntanos en la sección de comentarios o mencionando a @BIDgente en Twitter.

Ilustración: Copyright © 2018. Banco Interamericano de Desarrollo. Si deseas republicar el artículo, por favor solicita autorización a sph-communication@iadb.org

Por Patricia Jara.


Patricia Jara es socióloga en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo en la oficina de Chile

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