Cuando una
mujer se queda embarazada su vida cambia radicalmente. Si se trata de una
adolescente, las consecuencias son mucho mayores. La educación queda en
entredicho, las posibilidades de trabajar en el futuro se ven mermadas y las
relaciones sociales y familiares pasan a otra dimensión. Si ese embarazo se
produce, además, en un país en vías de desarrollo, lo más probable es que la
joven quede más expuesta a la pobreza.
Esta
realidad es de suma relevancia para nosotros: América Latina y el Caribe es la
segunda región del mundo con las tasas más altas de embarazos en adolescentes.
Para
frenar esta realidad, se han puesto en marcha múltiples iniciativas partiendo de la idea de que los programas que
más contribuyen a mejorar la salud sexual y reproductiva para los
adolescentes combinan:
a. La difusión de información útil y precisa
b. El desarrollo de las habilidades socioemocionales de los adolescentes
c. El acceso a métodos de cuidado, tanto en las escuelas como en las
clínicas de salud
Iniciativas
efectivas en la práctica
Esta tarea
es un desafío para todos los países, no sólo los de menores ingresos. Costa Rica,
por ejemplo, a pesar de que goza de un alto nivel de desarrollo humano,
presenta una tasa de fertilidad de 56 hijos por cada 1000 mujeres entre los 15
y los 19 años. Estos datos están muy por encima de los índices de la OCDE, que abarca a
las economías más desarrolladas del mundo y a los que Costa Rica se parece en
varias dimensiones.
Por ello,
desde 2014 la Iniciativa Salud Mesoamérica, financiada por el Banco Interamericano de Desarrollo y
con el apoyo de otras instituciones, trabaja en la prevención del embarazo
adolescente en este y otros países centroamericanos.
Los nuevos
protocolos de atención que se están implementando se alejan de la prohibición o
la intimidación. Buscan, en cambio, trabajar con los adolescentes y proveedores de servicios
para lograr una mayor aceptación y un uso apropiado de métodos modernos de
anticoncepción de larga duración. El secreto para llegar a los 43.000
adolescentes que ya han sido atendidos con esta nueva modalidad ha sido la
cercanía de los profesionales para compartir información con ellos,
distinguiendo entre prácticas riesgosas y seguras y, sobre todo, subrayando la
importancia de la salud y el autocuidado.
El
desafío: promover entre los adolescentes conductas sexuales y reproductivas
seguras
Las acciones de promoción y
prevención a nivel poblacional enfrentan enormes desafíos, especialmente en el
ámbito de la comunicación. Los mensajes de mayor potencial preventivo son aquellos
que tienen sentido y que inciden en la toma de decisiones. En salud sexual y
reproductiva adolescente, este desafío es aún mayor. Se trata, ni más ni menos,
de lograr en ellos el convencimiento de que deben:
1. Usar sistemáticamente métodos anticonceptivos seguros y de manera
apropiada.
2. Abstenerse de consumir alcohol o hacerlo de manera moderada para no
exponerse a relaciones sin protección ni consentimiento.
3. Buscar asesoramiento cualificado cuando se trata de su salud sexual y
reproductiva.
El despertar de la sexualidad es un
componente crucial de la adolescencia, tanto por las manifestaciones biológicas
y los cambios hormonales que los jóvenes experimentan, como por el deseo de
afirmar su identidad y su lugar en el ámbito social. Por todo ello es fundamental
que los jóvenes experimenten de manera segura tanto afectiva como sexualmente,
superando la actitud temeraria que los lleva a confiar exageradamente en su
invulnerabilidad o no pensar en las posibles consecuencias de sus acciones.
Jess P. Shatkin, psiquiatra de la Escuela de Medicina de la
Universidad de Nueva York y padre de dos adolescentes, sostiene que a esa edad
las decisiones obedecen más a un comportamiento impulsivo que a la razón,
debido a desequilibrios en el desarrollo neurológico. Por lo tanto, es inútil
prevenir el riesgo infundiendo temor o castigando. La clave está en el apoyo y
la empatía.
Las
actitudes, preferencias y prácticas de los adolescentes son claves para evitar
resultados indeseados como embarazos o enfermedades de transmisión sexual. Sin
embargo, esto no depende únicamente de las decisiones personales. Los jóvenes,
en especial las niñas y las adolescentes, son muy vulnerables a la violencia sexual y de género.
Los abusos, la explotación y los
entornos culturales que toleran la iniciación sexual temprana o el matrimonio
precoz incrementan los riesgos. De igual forma, la ausencia de educación sexual
en los colegios o la falta de acceso a métodos anticonceptivos condicionan la
libertad de decisión de los adolescentes, en particular de las mujeres.
Ante una situación a menudo compleja,
¿qué podemos hacer concretamente? Podemos empezar por criar jóvenes que, en vez
de jactarse con un “a mí no me va a pasar”, adopten la actitud más reflexiva de
“a mí también me podría pasar”.
¿Qué otras
estrategias para hacer frente al embarazo adolescente conoces? ¿Cómo es la
situación en tu país? Cuéntanos en la sección de comentarios o mencionando
a @BIDgente en
Twitter.
Ilustración: Copyright © 2018. Banco Interamericano de Desarrollo. Si deseas republicar el artículo, por favor solicita autorización a sph-communication@iadb.org.
Por Patricia Jara.
Patricia Jara es
socióloga en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano
de Desarrollo en la oficina de Chile
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