El control de la tensión arterial alta
es clave para bajar el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares. Cuáles
son las herramientas para lograrlo, en este reportaje al Doctor Hugo N.
Catalano, Jefe del Servicio de Clínica Médica del Hospital Alemán.
¿Cuáles son las razones más
importantes por las que la hipertensión arterial debe ser prevenida o
controlada?
La enfermedad cardiovascular es
la primera causa de muerte en el mundo occidental, y
uno de los principales factores que contribuyen a este proceso es la
hipertensión arterial, que se abrevia con la sigla HTA. También es la
enfermedad crónica más frecuente, de donde surge la importancia de conocer su
relevancia como factor de riesgo cardiovascular y la eficacia de las medidas de
prevención. En suma, la hipertensión es un gran problema de salud pública, ya
que disminuye la calidad y expectativa de vida.
La hipertensión se produce en pacientes
de cualquier edad cuando la tensión
arterial sistólica (también conocida como “de máxima”) es más alta que 140 o la
tensión diastólica (o “de mínima”) es mayor que 90 -o ambas a la vez-, en forma
persistente, lo que los pone en riesgo cardiovascular.
Hay que destacar que estos valores son
iguales para todos los adultos mayores de 18 años, aún para los ancianos.
La recomendación de controlar la
tensión arterial es antigua, aunque cambia permanentemente en tanto cambian los
conocimientos y la valoración más precisa del riesgo que significa no tratarla.
La que está vigente fue acordada en 2003 entre la Sociedad Europea de
Hipertensión y su par de Cardiología. También está la recomendación del Comité
científico especialmente dedicado al tema de Estados Unidos.
¿Con qué frecuencia debe controlarse
la presión arterial?
Una recomendación fuerte es tomarse la
tensión arterial en cada consulta médica; si resulta “normal alta”, hay que
controlarse todos los años. Y si la persona tiene valores de presión normal,
cada dos años.
¿Cómo influyen en la hipertensión los
factores familiares?
Existen recomendaciones fuertes, basadas
en investigaciones de alta calidad, para hacer prevención
primaria de la hipertensión, lo que implica tomar todas las
medidas para evitar la aparición de la enfermedad; esto es así porque los
hipertensos, aún tratados, tienen mayor
riesgo cardiovascular que la población general.
La prevención se logra con educación
pública y programas comunitarios; y, desde el punto de vista médico, detectando
si los pacientes pertenecen a los grupos de riesgo de
desarrollar hipertensión: los antecedentes familiares, la
llamada “presión normal alta”, el sobrepeso y
la obesidad, más otros factores de riesgo cardiovascular.
Como marca el capítulo sobre hipertensión del libro del Curso de Atención
Primaria en Medicina Interna que se dicta en el Hospital Alemán -escrito por la
doctora Carlota Salomón-, la prevención se basa en modificaciones del estilo de
vida, estimulando prácticas más saludables: fundamentalmente con la dieta,
el cuidado del peso y el ejercicio físico.
¿Es cierto que hay más riesgo de
hipertensión para las mujeres que fuman o usan anticonceptivos orales?
La incidencia de la hipertensión
arterial en las mujeres es similar a la de los varones:
en ambos aumenta con la edad y compromete cerca del 80% de las mujeres por
encima de 70 años. Claro que -por ejemplo- las mujeres de 60
años con hipertensión arterial tienen más
riesgo de tener una complicación cardiovascular si suman
factores de riesgo, y el cigarrillo es el más pesado de
ellos. Para contestar específicamente la pregunta: lo primero que tiene que
quedar claro es que las mujeres fumadoras tienen más de tres
veces de riesgo de infarto agudo de miocardio que los no
fumadores. Lo paradójico es que el cigarrillo, en particular el primero del
día, aumenta la tensión arterial transitoriamente; pero en el largo plazo lleva
a un descenso de la tensión arterial, probablemente por el gasto de energía que
produce y el descenso de peso consecuente. Igualmente, desalentamos el hábito
de fumar, porque es un potente factor de riesgo cardiovascular.
En el caso de los anticonceptivos,
aumentan el riesgo de hipertensión arterial en un 80% en
mujeres que los ingieren habitualmente, y en un 20% en aquellas
que lo han hecho en el pasado. En términos absolutos, 40 nuevos casos de
hipertensión podrán ser atribuidos a los anticonceptivos sobre 10.000 mujeres
evaluadas en un año. Igualmente, algunos consideran que el riesgo de
hipertensión arterial para la mayor parte de las mujeres está justificado
por los beneficios de una efectiva anticoncepción. En este
punto, vale enfatizar que -particularmente en mujeres fumadoras y mayores
de 35 años– las medicaciones anticonceptivas aumentan el riesgo
de episodios cardiovasculares; por eso algunos investigadores sugieren evitar
su uso en este subgrupo de pacientes, lo mismo que en las mujeres que están
pasando por la menopausia.
¿Es correcto decir que últimamente
los médicos le dan más importancia a los tratamientos no farmacológicos de la
hipertensión?
Los estudios epidemiológicos
demostraron ampliamente los beneficios de tratar con medicamentos
específicos la hipertensión arterial, porque esto reduce
las consecuencias de las enfermedades cardiovasculares, como los accidentes
cerebro-vasculares (ACV), el infarto
de miocardio, la insuficiencia cardíaca y la insuficiencia
renal. Al mismo tiempo, para tratar la hipertensión los médicos
también contamos con recursos que no son medicación e
implican cambios en los hábitos de vida: la
disminución del peso corporal y del consumo de sodio, el aumento de la ingesta
de potasio -contenido en las bananas, por ejemplo-, el ejercicio físico
regular, el control en el consumo de alcohol y la deshabituación al tabaco.
Ahora, la pregunta que podríamos hacernos es si
contamos con nuestros pacientes para poder utilizarlos.
Para poner un ejemplo, Un caso es un paciente varón de 58 años que me consultó
por un chequeo: es obeso y sedentario y, ante mi propuesta para bajar de peso
incorporando actividad física, me plantea que prefiere tomar medicamentos. Por
eso creo que ese cambio de hábitos de vida es una dura
tarea, tanto para el paciente como para el
médico que la propone. A pesar de que los beneficios son
claros: la disminución de cuatro kilos y medio de peso corporal ya baja la
tensión arterial en gran parte de las personas con hipertensión y sobrepeso; la
tensión disminuye entre 5 y 20 mm por cada 10 kilos de peso perdido. Adelgazar
intensifica el efecto de los fármacos antihipertensivos y mejora los otros
factores de riesgo coronario.
Por otro lado, reducir el consumo de
sodio diario en 6 gramos también puede hacer bajar la tensión arterial entre
dos 2 y 8 milímetros; además, esto hace posible la reversión de la hipertrofia (agrandamiento)
del ventrículo izquierdo del corazón, que de por sí ya es un factor de riesgo.
En lo que tiene que ver con la dieta
-que debe aportar aproximadamente siete gramos de potasio por día, se
recomienda que sea rica en frutas y vegetales, y baja en productos lácteos y en
grasas, para lograr una disminución de la presión de entre 8 y 14 milímetros.
Esto sin olvidar que el ejercicio físico regular disminuye la tensión arterial,
el riesgo de enfermedad cardiovascular y la mortalidad global: recomendamos
actividad física aeróbica (caminar, correr, andar en bicicleta) de entre 30 y
45 minutos por día, la mayoría de los días de la semana. Se puede aumentar el
nivel de actividad física sin una evaluación profunda; las pruebas de esfuerzo
se reservan para los pacientes con enfermedad cardíaca establecida. Otro tema
es el consumo de alcohol: en cantidades reducidas no aumenta la hipertensión, e
incluso parece disminuir el riesgo cardiovascular. Sin embargo, tomar alcohol
en cantidades mayores tiene una relación directa con el aumento de la tensión
arterial; por eso recomendamos limitar el consumo a 30 gramos de alcohol
etílico por día, que equivalen a 700 mililitros de cerveza, 300 de vino o 60 de
whisky. En el caso de mujeres y personas delgadas, el consumo debería limitarse
a 15 gramos. Como decía en otra respuesta, el cigarrillo induce durante 15
minutos el aumento de la tensión arterial, aunque no está demostrado que
el tabaquismo crónico signifique hipertensión.
¿Cómo afecta la hipertensión a los
diabéticos y a los mayores de 65 años?
El temprano y efectivo control de la
tensión arterial en los diabéticos disminuye las complicaciones cardiovasculares;
por eso aconsejamos que lleguen valores de 130 y 80 milímetros. Al mismo
tiempo, la hipertensión es un problema común en los pacientes de más de 65
años: se les diagnostica a entre el 60 y el 80% de ellos. Una de las
investigaciones más importantes sobre enfermedades cardiovasculares que se
hayan hasta hoy -conocida como Framingham, por el lugar de EE.UU.
donde comenzó en 1948- demostró que la presión sistólica se eleva por encima de
los 60 años y que la diastólica disminuye; así la presión sistólica aislada
constituye el 60% de la hipertensión arterial en los mayores de 65 años.
No es cierto que este fenómeno de
cambio de la tensión arterial deba ser considerado un cambio fisiológico, ya
que existen claras evidencias que tratar a los pacientes mayores
de 65 años previene complicaciones cardiovasculares,
entre ellas nada menos que la demencia.
Coincidiendo con una expectativa de
vida razonable, para los mayores de 65 está indicado
el tratamiento antihipertensivo cuando la tensión supera
los 160 milímetros, siempre y cuando no existan otros factores,
por ejemplo la diabetes.
Es frecuente que los pacientes mayores
de 75 años (o sus familiares) se muestren reticentes a tomar medicación
antihipertensiva, ya que saben que su tolerancia puede no ser la misma que a
edades más tempranas. En estos casos, en el Hospital Alemán aconsejamos
reforzar al máximo la dieta, el cuidado del peso y
el ejercicio físico, e introducimos los fármacos en el
menor número y en la menor dosis posible. La idea es buscar lentamente la
presión arterial conveniente. Se ha demostrado el claro beneficio del
tratamiento antihipertensivo hasta los 84 años; después, no existen pruebas que
lo justifiquen.
https://www.hospitalaleman.org.ar/tercera-edad/control-de-la-tension-arterial/
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