La hipersensibilidad nos hace
chocar dolorosamente con nuestro entorno. Estar siempre en guardia agota
nuestra energía, es causa de aislamiento y provoca baja autoestima.
El humorista catalán Eugenio
acostumbraba a explicar un chiste en el que dos amigos se encuentran después de
mucho tiempo; el primero le pregunta: “¿Cómo estás?”, y el otro le contesta
irritado: “¡Pues mira que tú!”.
Esta situación no es ni absurda ni
exagerada para quien conoce lo que en psicología se denomina PAS (personas
altamente sensibles). De ellas nos vamos a ocupar en este artículo, con la
esperanza de que no se enfaden.
Vivimos en un mundo densamente
poblado que nos obliga al roce diario con decenas, a veces cientos de personas
diferentes. Cada una de ellas tiene su propia visión de lo que es correcto o
incorrecto, una manera de expresarse y de reaccionar ante los estímulos
externos. No es de extrañar, por tanto, que salten chispas.
Si quien se halla en medio de la
vorágine tiene, además, la piel fina, el sufrimiento y los
conflictos están asegurados.
En guerra con el mundo
“Sé comprensivo, porque cada persona que encuentres en tu camino está
librando una dura batalla” (Platón)
Además de minar la autoestima,
estar siempre en guardia agota nuestra energía y nos aísla socialmente. Las
personas hipersensibles pierden amistades con facilidad y les cuesta adaptarse
al entorno laboral. Desde fuera parece que estén en guerra con el mundo, aunque
en el fondo lo están con ellas mismas.
Todos hemos convivido con
caracteres susceptibles, que interpretan cualquier comentario como un ataque y
van por el mundo sumando ofensas. Son personas desconfiadas que están siempre a
la defensiva y reaccionan con hostilidad a las primeras de cambio.
Se trata de sujetos esclavos de la
opinión de los demás o, lo que es peor, de lo que creen que los demás opinan de
ellos. Por eso la persona susceptible tiene la capacidad de transformar una
conversación intrascendente en una tensa batalla. Una opinión, un comentario o
incluso una simple mirada pueden bastar para prender la mecha.
La psicóloga clínica Trinidad Aparicio
describe con los siguientes rasgos el perfil del hipersensible:
• Tiene una baja autoestima y es
muy vulnerable emocionalmente.
• Pierde el control cuando sospecha
que murmuran sobre él o cuando se siente atacado por algún comentario.
• Le afecta cualquier opinión y
continuamente piensa en lo que debería haber respondido en el momento de “ser
atacado”.
• Tiene menos en cuenta los
comentarios positivos que las críticas o comentarios negativos.
• Busca el reconocimiento externo
en todo lo que hace y se valora en función de la opinión de su entorno.
• Sus reacciones son imprevisibles.
Tras el perfil de una PAS se
oculta, por una parte, una urgente necesidad de estima, y por la otra, una
visión exageradamente subjetiva de lo que ocurre a su alrededor. Esto explica
que, paradójicamente, el hipersensible pueda reaccionar de forma violenta,
hiriendo la sensibilidad de los demás.
LA
TERAPIA ARTÍSTICA
“Allí donde hay más sensibilidad es
más fuerte el martirio”
(Leonardo da Vinci)
Según un estudio realizado en
Estados Unidos, una de cada cinco personas padece hipersensibilidad, lo cual no
necesariamente tiene que ser negativo. Antes de ver dónde está la barrera entre
la persona sensible o delicada y la susceptibilidad, vamos a ver cómo se
desarrolla esta última en las diferentes etapas de la vida. Según la terapeuta
Marina B. Rolandelli:
“De niño, el hipersensible
construye un mundo de fantasías porque percibe una realidad que le hiere y le
provoca angustia y miedo. En la adolescencia se siente incomprendido, y sólo
porque no encuentra con quién compartir sus emociones. En la madurez, el
hipersensible sufre también en su relación de pareja: nunca está satisfecho con
la demostración afectiva del otro; se muestra inseguro, acaparador, absorbente
y celoso. Magnifica las escenas cotidianas porque no encuentra la clave para
regular las emociones, lo que provoca una permanente crisis de insatisfacción y
angustia”.
Una manera de mitigar la
hipersensibilidad de modo que no afecte a nuestras relaciones con los demás es
canalizarla en una actividad artística como la escritura, la pintura, la música
o la fotografía. Cualquier vía de expresión artística es una catarsis que nos
permite descargarnos de nuestra sensibilidad más fina para volver al mundo con
la piel más dura.
Convivir
con un hipersensible
“Las personas no nos quieren por lo
que somos, sino por cómo las hacemos sentir” (Irwin Federman)
El día a día con una PAS es
lógicamente difícil, ya que nos sentimos obligados a andar con pies de plomo
para evitar que se desate el conflicto. Como destaca la psicóloga María Jesús
Álava, “la interacción con una persona muy susceptible suele seguir este
ritual: relación buena y correcta mientras la otra persona mesure mucho sus
palabras y esté pendiente de lo que no debe decir o hacer hasta que,
inevitablemente, surge algo imprevisto. El susceptible no puede controlar
entonces sus reacciones, no puede evitar sentirse ofendido por todo, aunque sea
consciente de que actuando de esta manera se está alejando de las personas de
su entorno”.
Sin embargo, al adaptarnos como un
guante a las manías de un familiar, amigo o compañero de trabajo no le estamos
haciendo ningún favor, porque cuando salga fuera de la burbuja protectora que
le procuramos, el choque con el mundo exterior será más violento aún.
Conviene buscar un momento relajado
para darle a la PAS algunas claves para facilitar las relaciones con los demás
y evitar las fricciones:
• Poner las opiniones en
cuarentena. En caliente tendemos a dramatizar situaciones que 24 horas más
tarde pueden no tener importancia. Por el mismo motivo, no conviene enviar un
correo electrónico cuando nos sentimos dolidos.
• Suspender el juicio. Cuando
juzgamos a alguien, inevitablemente emitimos un veredicto e incluso un castigo psicológico.
Podemos evitarlo renunciando a fiscalizar a los demás.
• No pronosticar las conductas
ajenas. Muchos conflictos nacen en la mente de la persona susceptible, que
prevé una reacción adversa por parte de alguien, o bien espera algún tipo de
gratificación por un favor realizado. Si no proyectamos lo que tiene que
suceder, seremos más inmunes a la decepción.
• Cultivar la flexibilidad.
Siguiendo el proverbio indio “es más fácil calzarte unas zapatillas que
alfombrar el mundo entero”, podemos invitar a la PAS a adaptarse a los demás
simplemente con el ejercicio de ponerse en su lugar: la práctica de la empatía.
• Valorar el hecho, no la persona.
Una actuación puede ser más o menos afortunada, pero su impacto psicológico es
mucho más suave si no enjuiciamos a la persona en su conjunto. Al valorar el
acto en sí ganamos frialdad emocional.
• Prevenir conflictos. Puesto que
cada enfado conlleva luego gastar mucha energía mental para mantenerlo o
reconducir la situación, hay que aconsejar a la persona hipersensible que evite
su inicio.
Días
sensibles
“Enfadarse con la persona adecuada,
en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y
del modo correcto, ciertamente, no resulta tan sencillo” (Aristóteles)
Sin ser necesariamente PAS, hay
días que nos levantamos más susceptibles, con los sentimientos a flor de piel,
sin saber muy bien por qué. Algunos especialistas hablan de biorritmos, de
ciclos energéticos que nos afectan cada mes, con días altos, medianos y bajos.
Otros hablan del influjo de la luna, o de los ciclos menstruales en el caso de
las mujeres.
Sí parece demostrado que los días
encapotados, cuando se avecina tormenta, la mayoría de personas se sienten más
irritables y/o desanimadas. Hay días proclives a las explosiones de mal humor
que tanto cuestan luego reparar.
Antes de perder los estribos
conviene recordar que el enfado, además del desgaste de tiempo y energía que
supone, tiene numerosas secuelas en la salud general, como:
• Subida de la presión arterial.
• Acidez estomacal.
• Exceso de adrenalina.
• Insomnio.
Detrás de muchas úlceras, por no
hablar de dolencias más temibles, hay un estado de irritación permanente que va
minando nuestras defensas un día tras otro. Sólo por eso merece la pena blindarse
contra la susceptibilidad.
¿Qué podemos hacer si nos asalta el
resentimiento –cuando no directamente el odio– hacia alguien que nos ha herido?
El coach Walter
Anderson propone para estos casos un antídoto tan directo como natural: “Si
estás enfadado con alguien que amas, abraza a esa persona. Y hazlo de todo
corazón. Tal vez en ese momento no sientas deseos de abrazarla, lo cual
confirma la necesidad de que lo hagas. Es muy difícil estar enfadado cuando
alguien te muestra su amor, y eso es justamente lo que pasa cuando nos
abrazamos”.
Hay enfados que sí están
justificados, como cuando debemos proteger nuestro terreno en el ámbito
laboral. Pero incluso en estos casos hay que medir muy bien el cómo, el cuándo
y el con quién, como recomendaba Aristóteles.
Si tenemos un día
malo y el asunto no necesita ser resuelto inmediatamente, nos haremos
un favor –y lo haremos a nuestro entorno– dejando reposar la cuestión hasta el
día siguiente o guardando el correo electrónico en la carpeta de borradores para
revisarlo más tarde.
Tal como reza el budismo, al mirar
la realidad la teñimos de nosotros mismos. Por tanto, al contemplar nuestro
entorno con amabilidad es mucho más probable que ésta nos venga de vuelta. Lo
que es seguro es que si cargamos con la mochila de la crispación, ésta no hará
más que aumentar su peso.
Sólo por eso vale la pena calzarse
las zapatillas y perdonar a los demás por sus imperfecciones.
PARA QUIENES TIENEN LA PIEL
FINA
1. Libros
• ‘El don de la
sensibilidad’,
de Elaine Aron (Obelisco).
• ‘La inutilidad
del sufrimiento’,
de María Jesús
Álava
(La Esfera de los
Libros).
• ‘El arte de
amargarse la vida’,
de Paul
Watzlawick (Herder).
• ‘Nietzsche para
estresados’,
de Allan Percy
(DeBolsillo).
2. Películas
• ‘Mejor
imposible’, de James L.
Brooks
(Sony).
• ‘Toro
salvaje’, de Martin Scorsese (United Arstists).
• ‘Ghost
World’, de Terry Zwigoff (Manga).
VENTAJAS DE SER HIPERSENSIBLE
“Por
su capacidad para captar matices y sutilezas que a los demás les pasan
inadvertidos, los hipersensibles a menudo aportan a su trabajo y relaciones una
buena dosis de visión y humanidad. Normalmente son conscientes, creativos y
minuciosos, pero en una cultura agresiva, los valores de la
cual son la dureza, la extraversión y la represión de las emociones más
delicadas, pueden sentirse como ciudadanos de segunda clase. A veces se
involucran tanto y captan con tanta intensidad el sentido de lo que sucede a su
alrededor, que necesitan desconectar de su entorno en mayor medida que el resto
de personas”. (Elaine Aron, doctora en psicología)
FRANCESC MIRALLES 14/03/2010
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