Nuestro tiempo no es muy amante del yin. Las
consignas reinantes señalan una y otra vez al "hacer": hay que
responder, moverse, progresar, cambiar, solucionar… Y el yin es todo lo
contrario: propone un trato de suavidad, una benevolencia con nosotros
mismos y nuestras necesidades, abandonar todo imperativo.
En ese "dejarse estar" se da una atención
fácil, que no implica esfuerzo, y percibimos más. El cuerpo, al que cedemos el
mando, se dispone a recuperar su equilibrio mediante los mecanismos con los que
cuenta para ello.
ESCUCHARSE
Frecuentar el yin como actitud, de una forma
amplia, aprendiendo a calibrar las fuerzas y a alimentarlas cuando flaquean, se
hace necesario en una sociedad claramente yang, solar,
masculina, que potencia la fuerza, la superación y la carrera
hacia la satisfacción inmediata en detrimento de un recogimiento más femenino,
que la mujer conoce por su ciclo hormonal y sus fases de mayor vulnerabilidad.
En este contexto yang, tanto hombres como mujeres
necesitamos cultivar el yin, sobre todo cuando acusamos un exceso de actividad, socialización y estímulos.
Introducir en tu rutina estos pequeños gestos es la clave para avanzar en ese camino:
1. Si el cuerpo te pide aflojar, escúchalo
Este viraje hacia una mayor conciencia de nuestras necesidades energéticas es
sutil, consiste muchas veces en pequeños gestos, como renunciar a un encuentro
si se está cansado, por mucho que apetezca, o elegir una velocidad más lenta en
un momento de apremio.
Cuando somos capaces de sustraernos al dictado de la mente, que hace sus planes
muchas veces desconectada del cuerpo, recobramos cierta soberanía porque
estamos decidiendo escucharnos, atendernos, respetarnos.
DISFRUTAR DE LA VIDA
Acoger el cansancio en vez de exigirnos superarlo es un acto de
amor hacia nosotros mismos que revierte luego en nuestra eficiencia y en las
relaciones con los demás: nos permite redirigirnos al mundo con mayor energía,
mayor claridad mental y una disposición amorosa nacida de esa placidez de los
momentos en que se ha bajado la guardia y se ha aceptado que algunas cosas no
pueden resolverse, al menos por el momento.
El esfuerzo nos transforma pero también lo manso,
blando, delicado.
2. Permítete no hacer
Aceptar ese tiempo liberado siempre que lo
necesitemos, aunque las circunstancias obliguen a que sea breve o limitado,
supone un giro en la manera de vivir y en el bienestar
del que disfrutamos.
Sin esperar a sentirse saturado, ir aprendiendo
a permitirse pausas, espacios en blanco, tiempo sin
rellenar, es una forma de imprimirle más yin a nuestra vida. El gran
aprendizaje es entender que ese no es un tiempo perdido sino muy valioso.
Las personas de naturaleza
yang, como muchos hombres, pero también algunas mujeres, necesitan
potenciar el aquietamiento que tanto les cuesta. Pero incluso las personas en
las que predomina una energía sosegada, menos proclive a la acción, necesitan
igualmente respetar y cuidar esa base fundamental sobre la que se levanta su
equilibrio para, justamente, abrazar mejor la acción.
RELAX
En todos los casos puede ser útil considerar si no estamos comprometiéndonos a demasiadas cosas, sobrecargando
la agenda con obligaciones y con lo que no queremos perdernos del mundo
atractivo y tentador que nos rodea y que llama constantemente a nuestra puerta.
Quizá valga la pena proponerse
hacer menos, esponjar las actividades en vez de encadenarlas, para
que una vez acabadas su estela pueda completar su recorrido en nosotros.
3. Observa a los que todavía saben
Miremos a los niños y aprendamos de su falta de sentido del
tiempo en vez de darles prisa una y otra vez. Observemos cómo juegan, sueñan o
descubren el mundo a su alrededor.
Aprendamos de los perros y caminemos a su lado en vez de hacerlos
caminar al nuestro: dejemos de tironearles de la correa cada vez que se paran a
husmear y probemos la aventura de un paseo meditativo sin objetivos en el que
no haya que llegar a ninguna parte.
Practiquemos un punto de vista distinto que
escape a cualquier imposición, propia o ajena.
4. Date un momento antes de actuar
Ser más yin es desafiar hábitos
arraigados. Vivimos en comunicación constante con los demás y
parece que tengamos que responder inmediatamente a todo. Agregar yin a nuestra
vida significa también decidir cuándo apearse de ese intercambio constante de
palabras en las redes.
Quiere decir no proponer enseguida soluciones a lo
que nos cuentan, romper con la inercia de reaccionar
rápidamente ante cualquier situación.
Eso yin: escuchar, percibir, acoger, cultivar
nuestra receptividad.
5. Sortea tus propias trampas yang
El reto es tal que deberíamos ser capaces de
sortear también nuestras propias trampas cuando, supuestamente descansando,
organizamos nuestro tiempo yin con una actitud ¡muy yang! No se trata
exactamente de reservarse un tiempo para hacer yoga o meditar, ni de obligarse
a nada, sino de probar la sensación casi sacrílega de rendirse a la falta de objetivos.
Quizá llevar una vida más yin sea mantener una vida
más atenta a las necesidades interiores, llegar a una escucha más fina de lo
que sentimos. El desafío es preguntarnos todos los días si
podemos ser más amables con nosotros mismos, si podemos alimentar
esa parte de nosotros que la sociedad tiende a no potenciar.
6. Cuida especialmente las transiciones
Las transiciones son importantes: cultiva tus momentos yin cuando te levantes por la
mañana y cuando te recojas por la noche para practicar la suavidad contigo
mismo.
Por la mañana
Empieza bien el día: no te lances a la carrera nada más salir de la
cama.
Si hace falta, levántate un poquito antes (acuéstate
más pronto para respetar las horas de sueño). Pero trátate bien desde el primer
momento: acompaña a tu cuerpo y tu mente sin prisas en ese tránsito hacia la
actividad.
Puedes hacer algunos estiramientos, si prefieres
algo físico, pero también puedes meditar, observar tus plantas, abrir una
ventana y mirar al cielo con gratitud mientras saboreas una infusión o un jugo…
En otras palabras, haz aquello que sientas que
necesitas para estar bien.
Notarás que, si creas desde el principio ese tono,
el día se desarrolla después más sereno y positivo, y que rindes más porque te
concentras mejor en cada cosa que haces. No será para ti un tiempo perdido,
sino un tiempo ganado.
Por la noche
Prepara el sueño y, antes de acostarte, deja que el día se vaya
desvaneciendo.
Aléjate de las pantallas y crea tus propios rituales: fregar los platos
lentamente, masajearte los pies con algún aceite, realizar unas respiraciones
abdominales con las piernas apoyadas en la pared…
Sé flexible y concédete lo que sientas que en ese momento te puede ir bien.
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