El razonamiento sistemático resulta más certero
que la intuición a la hora de valorar los sentimientos de los demás, según un
estudio reciente.
Ponerse en la piel de los demás, ser sensible,
reconocer los sentimientos de alegría, dolor o pena ajenos. En definitiva, ser
empático. ¿De qué depende? Según la creencia popular, es una cuestión de
intuición más que de reflexión. Un estudio reciente revela, sin embargo, que
las personas podemos percibir y entender mejor las emociones de nuestros
congéneres, es decir, empatizar con ellos, si pensamos de manera sistemática y
sopesamos toda la información que si nos fiamos de nuestra intuición.
«Tener éxito en las relaciones personales y
profesionales requiere la capacidad de inferir con precisión los sentimientos
de los demás, es decir, de ser empáticamente certeros. Algunas personas son
mejores que otras en eso, una diferencia que puede explicarse en parte por el
tipo de pensamiento», explica Jennifer Lerner, de la Universidad Harvard y
autora principal del estudio. «No obstante, hasta ahora poco se sabía acerca de
qué modo de pensamiento, si el intuitivo o el sistemático, ofrece una mayor
precisión a la hora de percibir de los sentimientos del otro», señala.
Cuestión de cabeza
Los investigadores evaluaron la empatía de más
de 900 participantes a partir de cuatro experimentos. En primer lugar,
averiguaron qué capacidad relacionaban los propios probandos con la habilidad
de percibir los sentimientos de otra persona: ¿la reflexión o la intuición? La
mayoría de los encuestados se decantaron por la intuición.
En una segunda prueba, los experimentadores
pidieron a los participantes que mantuvieran, por parejas, una entrevista de trabajo
ficticia. Los roles de jefe y de candidato se adjudicaron al azar. Después de
la conversación, se pidió a los sujetos que indicasen, mediante un
cuestionario, cómo se habían sentido ellos mismos y cómo creían que se había
sentido su interlocutor durante la entrevista. Además, evaluaron, a partir de
una prueba cognitiva, si los probandos pensaban de manera sistemática o, por el
contrario, tendían a confiar en su intuición. En un experimento final, los
investigadores examinaron las estrategias de pensamiento de los participantes.
También en este caso constataron que los que pensaban de manera reflexiva
presentaban una mejor capacidad para comprender los sentimientos de los demás.
Según concluye Lerner, los hallazgos de este
estudio resultan de interés para las personas que ocupan puestos directivos,
puesto que sugieren que se debe utilizar más la cabeza y menos la intuición
para ponerse en la piel de los empleados.
American Psychological Association
Foto principal: Las personas que piensan analíticamente reconocen mejor los sentimientos de los demás que las que se fían de su intuición, señala la reciente investigación. [iStock/ SolStock]
La empatía, más femenina
Nuevos datos demuestran que, a diferencia de los
hombres, las mujeres bajo presión cuidan de los otros e inician amistades,
dedicándose a entablar y mantener relaciones sociales.
Wickelgren, Ingrid
DAVID LEAHY Getty Images (mujer)
Cuando nos hallamos bajo presión, luchamos o
huimos. O al menos eso han dicho los científicos durante mucho tiempo. Esta
respuesta, sin embargo, podría ser propia sólo de los varones. Nuevos datos
demuestran que, a diferencia de los hombres, las mujeres bajo presión cuidan de
los otros e inician amistades, dedicándose a entablar y mantener relaciones
sociales.
En la reunión anual de 2010 de la Sociedad estadounidense de Neurología Cognitiva, en Montreal, Mara Mather, de la Universidad del Sur de California, y sus colaboradores pidieron a voluntarios de ambos sexos que colocaran su mano en agua helada, acción que dispara los niveles de cortisona, la hormona del estrés. Después, mientras se les realizaba un escáner cerebral, tenían que observar rostros enfadados o neutrales.
Los varones mostraban un menor grado de actividad que los hombres sin estrés en una región del cerebro clave para el procesamiento de los rostros; ello sugiere que su capacidad de evaluar las expresiones faciales había disminuido. En contraste, dicha región presentaba un mayor grado de actividad en las mujeres estresadas. Además, estas mujeres mostraban un mayor grado de actividad en el circuito cerebral que permite que las personas comprendan las emociones de los demás. La mayor capacidad de las mujeres estresadas para interpretar el rostro de otras personas e identificarse con ellas podría ser una causa subyacente de la tendencia a estrechar lazos en circunstancias difíciles, que podría haber evolucionado como una forma de proteger a su descendencia.
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