Tras
mucho tiempo dedicado a estudiar los aspectos patológicos del ser humano, la
ciencia psicológica ha comenzado a centrarse también en lo positivo. Un viaje
apasionante que nos llevará a un conocimiento más profundo del ser humano y al
redescubrimiento de sus fortalezas.
El estudio del bienestar y la felicidad fue, hasta finales del siglo XX,
un lujo prohibitivo dentro del mundo científico. No sin cierta lógica, durante
mucho tiempo se pensó que la ciencia psicológica debía centrarse en solucionar
males como la depresión, las fobias, o los problemas sexuales. Como un efecto
secundario de esta hiper-focalización en el ser humano con problemas, se fue
generando una concepción esencialmente patológica del mismo: Salvo contadas
excepciones todas las personas parecían estar llenas de conflictos
inconscientes, de déficit de habilidades, de tendencias perversas más o menos
reprimidas... etc.
Sin embargo, durante mucho tiempo nadie se percató de que estas partes
oscuras –la sombra lo llamaban algunos- eran en la mayoría de las ocasiones una
parte pequeña en comparación con los aspectos positivos que también estaban
presentes aunque en un segundo plano. Los psicólogos y psiquiatras habían sido
entrenados sólo para ver lo negativo y lo disfuncional, y en consecuencia,
muchos eran absolutamente incapaces de ver ningún aspecto positivo en las
personas a las que trataban. Ahora, por suerte, las cosas han empezado a
cambiar. Ahora empezamos a ser conscientes de que la mayoría de hombres y
mujeres, aún con aspectos siempre mejorables, de lo que estamos realmente
llenos es de potencialidades positivas. En resumen, el primero que debía
haberse tratado de pesimismo patológico... ¡era el profesional y no el
paciente!
El psicoanálisis, aunque en su momento aportó una visión muy novedosa de
algunos procesos mentales, ha sido probablemente también muy responsable de
este negativismo en la concepción del ser humano. El lenguaje escalofriante con
el que a menudo se describían los problemas de la gran mayoría de los pacientes
es una prueba de ello: pulsiones orales y anales, deseo de matar al padre,
miedo a la castración, deseos narcisistas,... Como se puede ver, no son más que
exhibiciones gratuitas de lenguaje siniestro que por desgracia empañaron las,
en ocasiones, geniales intuiciones de Sigmund Freud. Desde entonces la tarea ha
sido, entre otras muchas, desandar el camino andado y construir un lenguaje que
sea más ecuánime y más justo con el ser humano. Recogiendo la inestimable
influencia de los psicólogos humanistas de mitad del siglo XX –Carl Rogers y Abraham
Maslow fundamentalmente–, cada vez es más habitual que los psicólogos hablemos
de fortalezas, de bienestar, de desarrollo, de satisfacción, de resiliencia o
de salud. Curiosamente, este movimiento de distanciamiento de lo negativo
también se ha venido produciendo en el ámbito de la medicina la cual está ahora
mucho más volcada en conceptos como la calidad de vida, el fomento de la salud
y la prevención,...etc.
Dentro del ámbito de la psicología en los últimos años se ha constituido
una corriente especializada en este tipo de aproximación al ser humano llamada
Psicología Positiva, encabezada en Estados Unidos por Martin Seligman de la
Universidad de Pennsylvania. En parte como consecuencia de este movimiento, en
las universidades se está haciendo la aplicación de la ciencia para explorar
cuáles son los rasgos que hacen que unas personas estén más satisfechas con su
vida que otras, o los factores que permiten que una persona pueda superar de
una forma sana una pérdida o una situación traumática. Una de las iniciativas
de este profesor en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid es la
página www.psicologiapositiva.org en donde se ofrece información sobre este movimiento, y una amplia
variedad de test para realizar de forma gratuita que además ofrece los
resultados comentados de forma instantánea.
En cuanto a la investigación desarrollada, una de las aplicaciones más
interesantes de la psicología positiva es que empezamos a conocer algunos
factores que nos indican de forma tentativa algunas vías hacia la felicidad.
Por ejemplo, sabemos que los aspectos interpersonales juegan un papel
fundamental; de hecho, en la mayoría de estudios aparece como el predictor más
importante del bienestar. Parece, por tanto, que invertir tiempo y esfuerzo en
construir una red de relaciones sanas y con un alto grado de intimidad y
confianza es una de las vías más seguras hacia el bienestar.
Por otra parte, la actitud en nuestra vida cotidiana puede ser otro
factor muy destacable. Por ejemplo, el optimismo se ha revelado como un factor
importante tanto para el bienestar mental como incluso para la salud física.
Una actitud abierta a las pequeñas gratificaciones cotidianas también parece
tener influencia en la sensación de bienestar global a largo plazo. Por otra
parte, trabajar para aumentar nuestras experiencias de concentración y
absorción en la tarea que tenemos delante (“flow”), como la búsqueda de un
mayor sentido vital en nuestras vidas son también fuentes importantes de
satisfacción.
En resumen, la ciencia psicológica cada vez se está centrando más en
investigar las fuentes del bienestar y la satisfacción, y en devolvernos una
imagen más equilibrada del ser humano a nivel psicológico reflejando no sólo
las debilidades sino también las fortalezas. Esperemos que los frutos de estos
esfuerzos de investigación sean aprovechados para que de alguna forma puedan
favorecer la construcción de una sociedad mejor, más positiva y más sana
Por: Gonzalo Hervás Torres
Universidad Complutense de Madrid
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