¿Buscamos estar permanentemente
activos para no aburrirnos o para no enfrentarnos a nuestros vacíos? Cambiar la
mirada y seguir siendo curiosos es el mejor antídoto.
María Rosario Endrinal era una
mujer coqueta y apasionada que trabajaba como secretaria de alta dirección.
Casada y con una hija. El amor por otro hombre entró de repente en su vida y la
cambió trágicamente. Tanto que acabó siendo una indigente que maldormía por las
noches en un cajero automático. Una fría noche de diciembre en 2005, a sus 50
años, la vida le pegó un último golpe atroz. Mientras se encontraba en “su
cajero”, tres jóvenes, etiquetados hasta entonces de “normales”, la rociaron
con 25 litros de disolvente para prenderle fuego. Y toda esta brutalidad,
gratuitamente, sin ningún motivo. ¿Habría pasado lo mismo si esos chicos no
hubieran estado aburridos?
Los
peligros que acechan
"El aburrimiento es la explicación principal de por qué la
historia está tan llena de atrocidad” (Fernando Savater)
Ésta es sólo una historia en la que
el aburrimiento puede haber desempeñado un papel crucial, pero existen otras
muchas. En buena parte de los tiroteos que se producen en Estados Unidos parece
que el tedio también ha colaborado.
El aburrimiento es además uno de
los trampolines hacia la droga. Por eso, muchas de las campañas de prevención
se basan en conseguir que los jóvenes cosechen diversiones que los aparten de
la adicción. Recordemos la campaña de la Federación de Ayuda contra la Droga
(FAD) de 1995: “Hay un montón de razones para decir no a las drogas”, y en el
anuncio se enumeraban un sinfín: la música, los amigos, el cine, el campo…
Dentro de la psicología existen
emociones muy estudiadas, como la ansiedad, la tristeza y la ira. En
comparación, del aburrimiento existen pocas investigaciones. Parece que, como
muy acertadamente apunta José Antonio Marina, sea una emoción menor, casi
confortable, de lenta tarde de domingo, pero no nos dejemos engañar por esa
cara amable. Poca broma con el aburrimiento.
Atrocidades aparte, en la vida
cotidiana también somos capaces de apuntarnos a un bombardeo con tal de no
aburrirnos. Así que somos capaces de sumarnos a un plan que no nos atrae en
absoluto con tal de alejar cualquier posibilidad de que la inactividad asome la
nariz.
Fijémonos en otro fenómeno. Existen
personas que parecen empalmar una pareja con otra. Difícil pensar que se debe a
que se enamoran de verdad constantemente. Seguro que la encadenación de parejas
puede explicarse de varias formas y no se debe a lo mismo en cada caso. Pero ya
que hablamos del aburrimiento, ¿no puede ser un ingrediente de este plato?
Parece que estas personas huyeran constantemente de algo, ¿de la soledad? ¿Si
no se sintieran aburridas cuando están solas consigo mismas, huirían tanto?
¿Por
qué le tememos?
“El hombre moderno teme aburrirse y se encuentra amenazado por el
tedio” (José Antonio Marina)
El aburrimiento a veces nos brinda
la ocasión de ver con más nitidez nuestros pozos. Por eso, cuanto más hondos
son, más miedo nos da aburrirnos. Recuerdo una conversación con una amiga mía
que hace algunos meses se divorció. Me contaba que al principio necesitaba
estar con mucha gente, salir constantemente y no parar porque de lo contrario
se le caía la casa encima. Sin embargo, ahora afirma: “Soy capaz de estar en
casa arreglando cajones de un armario ¡y estar tan a gusto!”. Este ejemplo nos
puede llevar a dos conclusiones: que la actividad la podemos utilizar como un
refugio cuando estamos mal y que no son sinónimos el aburrimiento y el “no
hacer nada”. Una persona puede estar sin hacer nada y disfrutar de la paz y la
tranquilidad del sosiego.
Si realizamos un pequeño sondeo y
preguntamos a un grupo de conocidos sobre su aburrimiento, casi seguro que nos
encontraremos a más de uno que nos asegurará no aburrirse nunca e incluso nos
confesará su asombro de que haya individuos que puedan aburrirse en este mundo.
Entonces, ¿de qué depende?
El
vacío existencial
“La gente vive en un vacío existencial que se manifiesta sobre todo en
el aburrimiento” (Viktor Frankl)
Según Viktor Frankl, el
aburrimiento puede ser consecuencia de un vacío existencial. Si no encontramos
sentido a nuestras vidas, fácilmente podemos caer en el hastío. El hombre
existencialmente frustrado no sabe cómo llenar el tiempo, ni encuentra sentido
en el disfrute de lo que nos ofrece la vida.
De hecho, el aburrimiento es uno de
los síntomas de la depresión. Ese tedio, esa falta de interés, provoca que las
personas deprimidas en general cada vez se muestren más inactivas. Y la
inactividad, cuando no estamos bien con nosotros mismos, puede ser una trampa,
porque empiezan a aparecer pensamientos no muy gratos sobre el futuro y sobre
nosotros mismos. Por eso en muchas terapias, uno de los elementos consiste en
animar, casi forzar, al paciente a que realice actividades, aunque en un
principio no tenga ni ganas, ni le produzcan mucha satisfacción.
Las
expectativas
“No hay reposo más grande que el de no esperar nada” (Amado Nervo)
El aburrimiento es característico
de las sociedades más ricas. La oferta de ocio es inabarcable. Y divertirnos es
casi una obligación. Así que si nos quedamos en casa, aunque podríamos
disfrutar de la calma, en el fondo la presión social nos puede hacer sentir un
poco fracasados porque no nos lo montamos tan bien como podríamos. Más que
aburridos, aquí el sentimiento se puede confundir con el de fracaso.
A ello le tenemos que sumar las
jugadas sucias de nuestra imaginación. Solemos imaginarnos a los demás de
fiesta constante mientras nosotros estamos simplemente en el sofá leyendo una
revista. Este sentimiento de que podríamos estar mucho más divertidos de lo que
estamos es debido también a que hemos visto demasiadas películas. En los
filmes, todo es excitante y estimulante al máximo, y a su lado, nuestro domingo
apaciguado nos puede parecer de lo más insulso.
La
actitud
“El aburrimiento es la suprema expresión de la indiferencia” (René
Trossero)
Así, el sentido que le damos a la
vida y lo que esperamos de ella pueden ser dos factores que diferencien a las
personas que se encuentran en general aburridas de las que desconocen lo que es
el aburrimiento. Otra diferencia clave entre estos dos extremos es la actitud.
Para interesarnos sobre las cosas,
hemos de aprender a cambiar nuestra mirada. En una ocasión, una amiga mía
historiadora me invitó a ir con ella a visitar unos restos arqueológicos.
Sinceramente, cuando llegué allí no vi más que unas cuantas piedras acompañadas
de algunos huesos fosilizados desperdigados que no me decían nada. Entonces
llegó la arqueóloga y mientras miraba aquellos restos empezó a explicar cómo, por
la colocación, la medida, el tipo de huesos, sabían que se trataba de una madre
con su hijo recién nacido y a partir de aquí me hizo entrar en una historia que
me transportó a tiempos remotos. Cambió mi mirada y disfruté.
Shimai y sus colaboradores especialistas
en psicología positiva realizaron un estudio con una muestra de 1.407 personas,
querían analizar qué virtudes humanas se encontraban más relacionadas con la
felicidad. Sus resultados apuntaron que la curiosidad y el interés son unas de
las más ligadas al gozo de la vida. Así que para no aburrirnos debemos intentar
cultivar estas cualidades.
La
actividad
“Si de pronto se descompusieran todos los televisores del mundo, no
habría escalas para medir los maremotos de aburrimiento” (Manuel Campo Vidal)
Está claro que la actitud es un
elemento esencial, pero también lo es la actividad en la que nos enfrasquemos.
A veces, por simple pereza o por rutina, nos sentamos ante el televisor a matar
el tiempo. Lo chocante es que quizá algunas de las personas que están en el
sofá tengan una lista de actividades que afirman querer realizar cuando se
jubilen. ¿A qué esperan? Los humanos somos así de incomprensibles, podemos
asegurar que nos interesa mucho la astronomía, por ejemplo, pero no acercarnos
a un telescopio ni por casualidad. Es como si nuestros intereses los hubiéramos
colocado en el mundo de las ideas de Platón, fuera de nuestra vida cotidiana.
En nuestro cerebro también parece
como si existiera una caja etiquetada “para una ocasión especial” y allí vamos guardando
actividades que nunca nos decidimos a realizar. Y siguiendo con las
peculiaridades de nuestra especie, esta caja puede convivir perfectamente con
un comentario que soltamos con contundencia cuando se nos muere algún ser
cercano: “hoy estamos aquí y mañana no, tenemos que vivir al día”. Realmente,
los sapiens somos intrigantes y sorprendentes.
Esto es la vida
Deberíamos
hacer caso de la advertencia de Oscar Wilde: “Esto no es un ensayo general,
señores; esto es la vida”.
1. PELíCULAS
‘Lost in translation’,
de Sofia Coppola.
‘Náufrago’, de
Robert Zemeckis.
‘Atrapado en el
tiempo’, de Harold Ramis.
2. LIBROS
‘La conciencia
trágica en Fernando Savater y José Antonio Marina’, de Fernando Susaeta.
Ediciones Idea,
2006.
‘La inteligencia fracasada’, de José
Antonio Marina. Anagrama, 2004.
JENNY MOIX 21/03/2010
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