Debemos pasar a
acciones concretas: aumentar la financiación y crear marcos legislativos e
institucionales para garantizar el derecho a una alimentación saludable y
adecuada
Hace tres años, con
la aprobación de la Agenda 2030 y del Objetivo de Desarrollo Sostenible número
dos, la comunidad internacional se comprometió a erradicar el hambre y todas
las formas de malnutrición en el mundo (el llamado concepto Hambre Cero). Paradójicamente,
desde entonces el hambre y otras formas de malnutrición no han hecho más que
aumentar. Según los últimos datos de la FAO y de otras agencias del sistema de
Naciones Unidas, 821 millones de personas —el 11% de población global o una de
cada nueve personas— pasan hambre,
y más de 150 millones de niños sufren retraso en el crecimiento. El hambre es,
sin duda, la peor manifestación de la malnutrición a la que puede enfrentarse
un ser humano, pero desafortunadamente ya no puede ser nuestra única preocupación
porque simultáneamente asistimos a una imparable pandemia de obesidad y
sobrepeso fuera de control en todo el mundo.
La proporción de la obesidad en adultos ha aumentado del 11,7% de la
población en 2012 al 13,3% en 2016 (estamos hablando de 672.3 millones de
personas). La lucha contra el sobrepeso y la obesidad es quizás más compleja
que la lucha contra la subalimentación. El hambre se da
principalmente en áreas concretas, como aquellas azotadas por conflictos,
sequías y pobreza extrema. Sin embargo, la obesidad está en todas partes,
incluso allí donde hay hambre. El motivo principal es que las personas consumen
cada vez más alimentos industriales altamente procesados con pocos nutrientes y
alto contenido en grasas saturadas, azúcar, sal y aditivos químicos. Por
ejemplo, la obesidad está aumentando más rápido en África que en ninguna otra
región del mundo, y allí encontramos ocho de los 20 países del mundo donde las
tasas de obesidad crecen más rápidamente.
Por eso la reunión
de los más de 200 parlamentarios que se celebra los días 29 y 30 de octubre en
Madrid es de tanta importancia. En la Cumbre Parlamentaria Mundial
contra el Hambre y la Malnutrición, representantes de distintos grupos
políticos redoblarán su compromiso para situar la lucha contra el hambre y la
malnutrición entre las prioridades políticas de sus países. La evidencia nos
demuestra que un entorno legislativo propicio es fundamental para lograr la
seguridad alimentaria y nutricional y ellos, como responsables de promulgar
leyes y de aprobar presupuestos, tienen un papel clave. No hay tiempo que
perder: tenemos que pasar rápidamente del compromiso político a acciones
concretas, especialmente en el ámbito nacional y regional.
Los Gobiernos tienen
el papel más decisivo en el logro del Hambre Cero al poder asegurar que la
gente más vulnerable tiene suficientes ingresos
Como representantes
elegidos, los parlamentarios poseen un alto nivel de influencia política, algo
que es esencial para lograr un cambio positivo en sus países. Para ello, hay
dos cuestiones cruciales: por una parte debemos lograr que aumenten la
financiación en sus presupuestos nacionales para la seguridad alimentaria y la
nutrición; por otra, es fundamental garantizar las disposiciones
constitucionales y legislativas específicas para garantizar el disfrute del
derecho humano a una alimentación adecuada. Los gobiernos tienen el papel más
decisivo en el logro del Hambre Cero al poder asegurar que la gente más
vulnerable tiene suficientes ingresos para comprar los alimentos saludables que
necesitan, o los medios para producirlos por sí mismos.
Como representantes
elegidos, Los parlamentarios poseen un alto nivel de influencia política, algo
que es esencial para lograr un cambio positivo en sus países
Las más de 30
Alianzas y frentes parlamentarios que ya existen en todo el mundo y reúnen a
legisladores de muy distintos grupos políticos interesados en promover el
derecho a la alimentación y combatir el hambre son el mejor punto de partida. Y
esta cita en España —que en septiembre
presentó su propia Alianza Parlamentaria Española en favor del Derecho a la
Alimentación con 160 diputados y un Observatorio del Derecho a la Alimentación—, puede marcar un punto de inflexión
que no podemos desaprovechar. El lema del Día Mundial de la Alimentación de
este año, que celebramos hace apenas unos días, es “Nuestras acciones son nuestro futuro”. Que esa sea
nuestra guía: tenemos la oportunidad de actuar, aquí y ahora. Es hora de
renovar nuestro compromiso y, aún más importante, de redoblar el apoyo político
para lograr un mundo sostenible libre de hambre y de todas las formas de
malnutrición.
Almacenaje de maíz en Georgia. VLADIMIR VALISHVILI FAO
José Graziano da
Silva es director general de la Organización de Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO).
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