A mí me bastó un cambio hábitos cotidianos para
superarlo
Durante
muchos años, desprecié la importancia del sueño. Para mí, dormir no era más que
pasar de página entre un día y el siguiente, algo funcional que no requería
mayor atención. Pero tras superar una época muy larga de insomnio, soy
consciente de que debemos cuidar nuestro sueño, cultivarlo, honrarlo como se
merece. Es algo que se agradece, y mucho, en el día a día.
Mi
relación con el sueño siempre ha sido esquiva. Pasé veinte años trabajando como
auxiliar de clínica en el turno de noche. Mientras la ciudad dormía, yo pasaba
las horas atenta a los pacientes del hospital zaragozano en el que trabajaba.
Hacia las ocho de la mañana llegaba a mi casa y solo dormía dos o tres horas
porque me esperaba mi madre. Ella es la causa por la que escogí el turno de
noche: vivía en mi casa, con mi marido y mis dos hijos, estaba delicada de
salud y me ocupé de atenderla.
Así que
mi plan de vida durante veinte años consistió en lo siguiente: por las noches,
atendía a mis pacientes en el hospital. Y por las mañanas, casi sin transición,
me hacía cargo de mi madre y de las labores domésticas. Ahora que ha pasado
bastante tiempo desde entonces, me gustaría confesaros una cosa: creo que
debería haber pensado un poco más en mí misma. Puede sonar egoísta, pero no lo
es en absoluto. Si queréis ayudar mejor a los demás, más vale que os sintáis
descansados.
Pero
bueno, a mis escasas horas de sueño entonces no podía llamarlas insomnio,
porque el insomnio no se refiere al hecho de dormir poco, sino a la incapacidad
de dormir en el momento en que lo deseas. A mí el insomnio me sobrevino hace
una década, tras la muerte de mi madre. Me cambié al turno de mañana y, después
de tantos años a contrapié, nunca pude acostumbrarme a mi nuevo horario.
Al
principio, en aquellas noches interminables, intentaba pensar en cosas
agradables: que si el ruido de una cascada, que si las olas del mar... Pero mi
cabeza se daba la vuelta y siempre terminaba pensando en cosas peores: que si
las obligaciones laborales, que si las exigencias domésticas, que si están
pasando las horas y no me duermo, que quiero dormirme ya, que no hay manera,
que se va haciendo de día, que si mañana voy a ser un zombie... Y mi
pensamiento formaba un bucle del que apenas lograba escapar durante un rato
cada noche.
Ante mi
problema, mi médico de cabecera me ofrecía tranquilizantes. Y, durante una
temporada, me vinieron bien, porque me permitieron hilar varias noches de
sueño, lo que me pareció un lujazo. Pero tengo la impresión de que las
pastillas no resuelven el problema, no son más que una solución temporal. Con
el paso del tiempo, las pastillas fueron perdiendo su efecto, con lo que
regresé a mis noches mirando al techo.
Los
frutos del insomnio son bien conocidos por quienes lo hayan sufrido. En primer
lugar, me sentía más irritable. Siempre he sido una persona tranquila, pero en
aquella época volcaba mi furia en cosas pequeñas. Además, la imposibilidad de
cumplir con las fases del sueño hacía que me costara más concentrarme y
recordar las cosas. Y, para colmo, en casa nos tocó sustituir nuestra cama de
matrimonio por dos camas individuales: mi agitación nocturna también le robaba
el descanso a mi marido.
Pero tras
diez años de insomnio, ya hemos reconquistado nuestra cama matrimonial. Al
prejubilarme, hace un año y medio, empecé a buscar soluciones profundas a mi
problema. Más vale tarde que nunca. Un amigo me habló de la Asociación Española del Sueño y allí aprendí a
reverenciar una cosa que se llama "higiene del sueño".
La
higiene del sueño consiste en adoptar unas costumbres beneficiosas para nuestro
descanso: acostarse y levantarse siempre a la misma hora, no quedarse hasta muy
tarde enganchado a la televisión o al móvil, cenar con ligereza dos horas antes
de acostarse, reducir el consumo de cafeína, practicar técnicas de relajación
como el yoga, ejercitar la memoria... ¿Verdad que no suena muy complicado? Yo,
desde que cumplo con estas normas, estoy disfrutando del sueño como nunca
antes.
En mi
caso particular, el insomnio se debió a mi incapacidad de adaptarme al cambio
de turno. Pero ahora sé que la causa del insomnio es distinta en cada persona.
Eso lo he visto con mis propios ojos en la Asociación, donde hay más gente
apuntada de la que hubiese imaginado. Eso sí, casi siempre, el insomnio viene
aparejado de algún cambio brusco o alguna preocupación en nuestro día a día.
Habrá quien necesite un tratamiento médico o psicológico específico, pero en lo
que a mí respecta, mis cambios de hábitos fueron suficiente. En todo caso, lo
importante es abordarlo a tiempo y no dar opción, como yo hice, a que se
cronifique.
Ahora,
como decía al principio, veo el sueño con otros ojos. Espero que este artículo
te haya gustado y te haya resultado útil si tienes problemas con el sueño. Y si
no te ha gustado, pues también me daré por satisfecha, porque probablemente te
haya entrado sueño mientras lo leías. Si es así, disfruta de tu descanso.
Texto redactado por Álvaro Llorca a
partir de entrevistas con Conchita Puente y con Mª Ángeles Abad, trabajadora
Social de la Asociación Española del Sueño (Asenarco).
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