Especialistas de todo el mundo proponen iniciativas para atajar la resistencia a los antibióticos, un fenómeno que puede acabar con 10 millones de vidas al año en 2050
Quienes hoy tienen 80 años nacieron y pasaron su infancia sin
antibióticos. En una vida han visto cómo su uso se extendió, cómo han salvado a
millones de personas —quizás también a ellos mismos— y ahora, cómo su abuso
está disminuyendo su eficacia. Hasta el punto de que las infecciones pueden
volver a ser una de las principales amenazas para la salud pública.
“Si unos extraterrestres nos mirasen desde el
espacio se preguntarían qué especie puede ser tan estúpida. Somos los humanos”,
ironizaba el profesor Lindsay Grayson, de la Universidad de Monash (Australia),
durante el Congreso Internacional de
Enfermedades Infecciosas, que se ha
celebrado durante los primeros días de marzo en Buenos Aires (Argentina). En
todas las jornadas del encuentro ha habido ponencias dedicadas a la resistencia
de los antibióticos, un problema que para 2050 causará más muertes que el cáncer si no se toman medidas drásticas, según la
Organización Mundial de la Salud (OMS).
Y
durante todo el congreso se han abordado soluciones a esta emergencia
sanitaria. “Si la comparamos con un incendio, podríamos decir que se está
expandiendo sin parar. Y para frenarlo no necesitamos solamente helicópteros,
sino también cortafuegos”, reflexionaba Grayson. Su propuesta es centrarse más
en frenar las infecciones que en buscar métodos para vencer a las resistencias.
“Si no las controlamos, el futuro va a ser sombrío”, aseguraba.
Los
cortafuegos que propone Grayson pasan por extremar las precauciones en los
centros hospitalarios, que son los lugares donde se suelen producir y propagar
las infecciones más graves. “Es necesario mejorar la higiene de manos; también
la limpieza del centro, y esto pasa por mejores condiciones para quienes hacen
este trabajo, que están muy mal pagados; hay que cambiar el diseño de los
hospitales y que haya un baño para cada paciente. Dirán que esto es carísimo,
pero el precio a la larga va a ser mayor”, exponía.
El problema
es que las bacterias, por el contacto con los antibióticos, su mal uso y su
abuso, generan distintos mecanismos de resistencia; las medicinas van perdiendo
eficacia y son necesarias otras nuevas y más tóxicas para hacerles frente. Se
calcula que cada año ya mueren en el mundo unas 700.000 personas por este
fenómeno.
Un experto propone más limpieza en los hospitales y que cada
paciente tenga su propio baño para evitar infecciones
Pero
además de evitar las infecciones, hay otras aproximaciones para atajar el
asunto. Uno de los grandes problemas es que al ganado se le suministran
cantidades ingentes de antibióticos. Aunque en la Unión Europea están
prohibidos para potenciar el crecimiento, muchos otros países lo siguen
haciendo. La recomendación de la OMS es erradicar esta práctica y restringir el
uso de estos fármacos a animales que estén realmente enfermos. Sin embargo,
estudios moleculares han mostrado que la transmisión directa de las
resistencias de animales a humanos puede ser menos importante que otras, como
las que se dan en el contagio entre personas. Los residuos que la industria farmacéutica vierte en sus fábricas de
China e India son señalados como
otra fuente de resistencias.
Aunque
hace falta más investigación para conocer en su totalidad la naturaleza del
problema, como
señala un reciente estudio, en el
congreso celebrado en Buenos Aires los investigadores se han centrado en el uso
de antibióticos por parte de profesionales y sus pacientes. “El problema en los
animales no nos debe distraer de la acción que debemos tomar en la salud
humana, el uso racional de medicamentos y la prevención de infecciones”,
reclamaba Alison Holmes, especialista del tema en Reino Unido. Todavía cuesta
extender la regla básica: solo hay que tomar este tipo de fármacos si los
prescribe un médico. Y no son efectivos contra los virus, así que nada hacen
contra una gripe o un resfriado, en contra de lo que cree casi la mitad de los
europeos, según varias encuestas.
Holmes
reclamaba el papel protagonista del personal sanitario para liderar esta
concienciación, con especial mención a la enfermería. “Son el grupo de personal
más numeroso; hay que mejorar su papel a la hora de prescribir antibióticos”,
afirmaba.
Más
allá de las campañas y la concienciación, que los expertos consideran crucial,
en el congreso se reclamó el papel de la tecnología para mejorar las dosis de
antibióticos. “Es algo a lo que no le hacíamos mucho caso, se prescribían tres
al día y listo; y tradicionalmente se administra la misma a todos los
pacientes, independientemente de su peso, su talla, sus características
particulares”, enumeraba la microbióloga Ursula Theuretzbacher.
La tecnología puede tener un papel
importante para suministrar la dosis justa de antibiótico a cada persona en
función de sus necesidades
Pero
según el tipo de fármaco, la forma de actuar es distinta. Suelen requerir una
presencia mínima para su efectividad y la absorción del cuerpo no es por lo
general uniforme, sino que hay un pico que va bajando conforme pasa el tiempo.
En función del caso, puede ser mejor una dosis más baja pero más continuada.
Usar las cantidades exactas, ni más ni menos, es importante, ya que las
bacterias pueden terminar generando resistencias tanto por el abuso como porque
las cantidades sean insuficientes para terminar totalmente con ellas. Por esta
razón se insiste en completar las tomas aunque los síntomas hayan desaparecido.
Las
tecnologías existentes permitirían, sobre todo en los casos más graves,
monitorizar la cantidad de principio activo que se necesita en cada momento,
según aseguraba Holmes. “Tenemos los sensores, el monitoreo, capacidad para
adaptación en tiempo real de la dosificación. Se puede incluso suministrar el
fármaco de forma no invasiva, con microagujas”, relataba.
Sin
embargo, este método, que no está extendido, probablemente nunca será adecuado
para todos los que necesiten antibióticos. Hay otras maneras para ajustar mejor
las dosis que simplemente recetar tres tomas al día. Theuretzbacher proponía
un software que,
al introducir unos sencillos parámetros, indique las cantidades y número de
tomas diarias adecuadas para cada paciente.
Son
solo algunas iniciativas para abordar un problema que puede costar 10 millones
de vidas al año para 2050, según la OMS. La comunidad internacional lleva desde
2016 discutiéndolo al más alto nivel. “Es una muy buena noticia que esté en la
agenda política”, subrayaba Holmes. Y lo cierto es que, de no abordarlo, muchos
de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la agenda que la ONU tiene en marcha para lograr un
mundo mejor de aquí a 2030, quedarán en nada.
Buenos Aires 13 MAR 2018 - 00:00 CET
Foto: Esta imagen de guantes colgados es la ganadora del concurso de fotografía del 18º Congreso Internacional de Enfermedades Infecciosas. TRENT HERDMAN
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