¿Qué
tienen en común Samuel L. Jackson, Stephen King o el jugador de fútbol
americano Tony Romo?
Además de su fama y sus logros profesionales, todos ellos padecen o han padecido episodios de incontinencia urinaria.
En
los últimos años se ha popularizado la atención sanitaria dirigida al
mantenimiento del buen estado del suelo pélvico. Sin embargo, en prácticamente
todos los casos se hace en referencia a la salud de la mujer durante el
embarazo, el postparto y el envejecimiento.
La
realidad es que el sexo masculino también es sensible a trastornos
urosexológicos de tipo muscular. Es decir, a patologías que alteran la
micción, la defecación y/o las relaciones sexuales por culpa de alteraciones
del periné. Así es como se llama al conjunto de músculos, tendones y ligamentos
que forman el suelo pélvico.
En
ocasiones, estos problemas tienen como origen la práctica de deportes como el
ciclismo, el rugby, el atletismo o el tenis.
Aunque,
en la mayor parte de los casos, en el sexo masculino los originan otras
patologías como la hiperplasia benigna de próstata y el cáncer prostático.
Problemas
de próstata
La
hiperplasia benigna de próstata es una enfermedad muy frecuente y cuya
incidencia aumenta con la edad.
Se
estima que alrededor del 70% de hombres mayores de 50 años presentan esta
alteración. Se trata de una enfermedad totalmente independiente del
cáncer. Puede coexistir con un tumor maligno pero no degenera en él
obligatoriamente.
Característicamente,
el cáncer de próstata se desarrolla en la periferia de esta estructura. Sin
embargo, el adenoma se relaciona íntimamente con la uretra.
Un
hombre debiera sospechar de que puede haber desarrollado un adenoma benigno de
próstata si siente: dolor durante la micción, tiene micciones
intermitentes (como a empujones), sus micciones son débiles (de "chorrito
flojo"), le salen gotas tardías de orina una vez finalizada la micción y
nota que aumenta el número de micciones diarias y nocturnas.
Todos
esos síntomas hacen que aparezcan (o se agraven si ya se tenían de antes) las
hernias inguinales y las hemorroides. Ambas por el esfuerzo asociado a la
micción y la repetición continuada del mismo (por el aumento de la frecuencia
miccional). Es decir, la solicitación excesiva y repetitiva de la musculatura
del periné.
Además,
la necesidad de realizar fuerza de expulsión para orinar (habitualmente en
apnea, esto es, conteniendo la respiración) provoca aumentos de la presión
intraabdominal.
Este
fenómeno, que podría parecer independiente, provoca un desplazamiento hacia
abajo de las vísceras del abdomen y el consecuente abombamiento del
periné hacia los pies.
Estos
abombamientos, repetidos en el tiempo, debilitan progresivamente la musculatura
perineal.
Al
final, se inicia un círculo vicioso en el que los hombres necesitan generar
cada vez más fuerza, lo que aumenta más la presión intraabdominal y deforma más
todavía el periné.
El periné
sufre con la incontinencia y el estreñimiento
Para
colmo de males, el periné, cada vez más débil, se vuelve progresivamente más
deformable y, en consecuencia, menos apto para contener la orina.
Es
el momento en el que se instaura la incontinencia urinaria.
Hay
que decir que este proceso de esfuerzo muscular, aumento de presión
intraadbominal y deformación perineal se produce de forma homóloga en los casos
de estreñimiento. Por tanto, si coexisten ambos problemas, el cuadro clínico
provocado será más grave y avanzará más rápidamente.
Los escapes
de orina en los hombres también son frecuentes como efecto secundario
de la resección endoscópica del adenoma y cáncer prostáticos. Esta intervención
puede afectar a algunas estructuras de la uretra, especialmente su pared
muscular.
Además,
en los casos de tumoración maligna, si es necesario aplicar tratamiento de
radioterapia y/o quimioterapia, también es normal que aparezcan cuadros de
incontinencia (o se agraven los preexistentes).
Ambos
tratamientos de medicina nuclear reducen la capacidad de respuesta muscular en
general y de la zona a tratar en particular.
El
fenómeno es más grave tras el tratamiento con quimioterapia cuando daña la
función nerviosa. En ese caso se agravan las pérdidas de orina y es habitual
que aparezca impotencia sexual.
La
incontinencia urinaria tiene remedio
La
incontinencia urinaria, como patología que es, puede y debe ser tratada.
Los
escapes involuntarios de orina pueden prevenirse con tratamiento de
fisioterapia previo a la intervención quirúrgica. Dicho tratamiento consiste en
la toma de conciencia y fortalecimiento de la musculatura perineal y la
integración de técnicas de prevención de escapes ante esfuerzos.
Todo
ello se puede alcanzar en las tres semanas previas a la operación y, al mejorar
las condiciones físicas en las que el paciente llega a la intervención, los
efectos secundarios son menos probables.
Y si
llegan a desarrollarse, serán menos graves.
A
pesar de estas medidas preventivas, existe la posibilidad de que la musculatura
se vea directamente afectada por la intervención.
En
esos casos, el tratamiento suele incluir, además de las técnicas ya
mencionadas, masaje y electroterapia perineal externo e intrarrectal y un
programa de reentrenamiento al esfuerzo.
Todas
las técnicas mencionadas son indoloras y personalizables a las necesidades de
cada paciente.
Finalmente,
es fundamental normalizar la incontinencia urinaria masculina.
Hablar
públicamente de ella permite romper el círculo vicioso de la ignorancia. Algo
básico, dado que los tabúes y mitos fomentan la desinformación y sentimientos
de miedo, angustia, ansiedad, culpa…
Ante
un problema de salud urológico, los hombres deben saber que su médico y su
fisioterapeuta especialistas pueden resolver el problema con una elevada tasa
de éxito.
*Raquel
Leirós Rodríguez es profesora ayudante de fisioterapia de la Universidad de
León. Esta nota apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí
bajo una licencia de Creative Commons.
Raquel Leirós Rodríguez
The Conversation*
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